viernes, 25 de febrero de 2011

Roma 1: viajando a la capital del viejo imperio

Roma, Italia. Martes 22 de febrero (2011):
Tras una noche en que logré dormir con un fuerte dolor de espalda y despertándome varias veces, me despertaron como a las 04:05. Me despido de la gente y me retiro a tomar mi avión.

El vuelo sale un poco más tarde, como a las 06:20 (estaba planeado para las 06:15). Pude presenciar algo muy interesante: un amanecer desde el avión.

La vista de Frankfurt fue interesante: mucho más árboles de lo que esperé. Llegamos sin problema ni atraso aparente y tengo que esperar el tiempo acordado. Es sorprendente lo fácil que fue el viaje a partir del aeropuerto de Oslo. Los controles son otra cosa completamente distintas a gringolandia. Busqué una cámara y realmente encontré una muy buena en 111 euros, pero no la compré: un gran error que me costaría muy caro en tiempo después, exactamente como les contaré más adelante.

El abordaje al avión se atrasó pues la plataforma no había llegado, pero en cuanto lo hizo, todos entramos rápido. Nuevamente, se ve que la situación es expedita y los europeos no hacen toda la pompa que hacen en otros aeropuertos. Salimos a tiempo, si no me equivoco y tuve la oportunidad de ver un espectáculo que me gustó mucho desde el avión: una serie de montañas nevadas increíbles, mucho más en cantidad y nieve que las que había visto hacia Perú.

Al llegar en Roma tuve que esperar un buen tiempo para poder recuperar mi equipaje, pero estuve tan sorprendido por la facilidad de entrar ahí que tuve que devolverme a la aduana para preguntar si todo estaba en orden. Me encuentro a Debris, un ISFiT de Indonesia por casualidad y decidimos tomar un bus en lugar de el tren para llegar hasta la estación central de Roma. El tren cuesta 14 euros y el bus 8, pero la diferencia en duración es del doble: 1 hora para el bus y 30 minutos para el tren. En todo caso no me quejo, fue un buen viaje. Italia está lleno de árboles y la arquitectura es muy refrescante de ver. Edificios de muchos pisos con muchas ventanas, todas con puertas de madera.

Acompaño a Debris a buscar la McDonald de la estación y consigo un mapa e información. Empieza la búsqueda por hospedaje, que a mi gusto fue más larga y cansada de lo que hubiese querido, pero llegué a un lugar pacífico Ostello Marello, situado en vía Urbana 50. Está manejado por monjas y lleno de figuras y motivos católicos. No es el más barato (23 euros la noche) pero sí muy tranquilo y acogedor.

Me tocó compartir el cuarto con un señor muy amable, Paolo. Estoy cansado como pocas veces en mi vida, así que me acosté relativamente temprano: finalmente empieza mi estadía en Roma.

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