jueves, 5 de diciembre de 2013

¡Hacia la tierra de los aztecas!

México D.F. Miércoles 4 de diciembre (2013)

Lamentablemente desde finales del 2011 que no había vuelto a salir del país. El año pasado varios proyectos se habían caído, pero gracias al empujoncito de mi amiga Monse, empezamos a buscar opciones: Cuba... nop, temporada de huracanes, Colombia... nop, tenemos muy poca información, Ecuador... sip, ¡suena muy bien!, pero... mmm... el tiquete subió 166 dólares desde la última vez (ya no me empezó a gustar tanto...), ¿México?... ¡entrémosle a México!

Hoy salimos de Costa Rica a las 7 de la mañana, con muy buen clima. Jamás había seguido esa ruta en avión y fue impresionante la cantidad de volcanes que pudimos ver. Calculo que esa ruta permite ver al menos 9. Monse estaba muy 
contenta, pues ha tenido durante mucho tiempo el sueño de viajar en avión.

Llegamos un poco antes de lo estimado a México, faltando unos 20 minutos para las 10 de la mañana. Jamás había estado en este país, así que todo me llama la atención. De acuerdo a lo que investigué, hay demasiado que ver.

La llegada no fue tan traumática, pues esperé que el aire me produjera irritación inmediata, lo cual gracias a Dios no ocurrió. Fuimos favorecidos con la revisión de las maletas por parte de las autoridades federales, así que tuvimos que esperar unos minutos adicionales, nada grave. Tras recuperar las maletas, Monse pasó aduana sin problemas, mientras que nuevamente fui seleccionado para la revisión de mis maletas. Vaya. Ojalá tuviera suerte para ganarme premios también.

Inmediatamente pasamos a comprar un tiquete de taxi hasta nuestro hotel. No puse atención y terminé pagando 303 pesos y contratando un carro colectivo para siete personas. Nos dimos una vuelta para verificar tasas de cambio de dólares por pesos y finalmente nos devolvimos al puesto de taxi. Pregunté si era posible cambiar ese taxi por uno pequeño y recibí una negativa, aunque el encargado me ofreció devolverme el dinero. Sin dudarlo le pedí el favor, tras lo cual contratamos un taxi más pequeño por 205 pesos. El taxista se llamaba Eduardo y muy amablemente nos dio muy buenas guías sobre cómo movernos en la ciudad.

Ya en el hotel decidimos solo contratar tres noches y no las que teníamos planeadas, pensando en la posibilidad de alquilar también en otra ciudad, como Guanajuato. Fuimos al cuarto y escribí un correo a mi familia avisando que todo estaba bien y de seguido creamos una cuenta de Skype para Monse, con el fin de que su familia pudiera usarla para comunicarse con nosotros.

Como no teníamos pesos, tuvimos que dejar guardados los valores en una caja de seguridad. Encontramos una casa de cambio en Madero, pero no pudimos cambiar nada pues nos pidieron el pasaporte. Tuvimos que regresar al hotel, Monse cambió algo de dinero y luego fuimos a buscar algo importante y amado por todo nosotros: comida. Como eran cerca de las 14 horas y no encontrábamos un lugar que nos llamara la atención, recurrimos a un Burger King (espero que no nos vuelva a pasar). Fuimos luego a la Torre Latinoamericana, en donde la entrada nos salió en 80 pesos (70 de entrada al mirador + 10 para acceso a dos exposiciones), fuimos directo al piso 37. La vista es impresionante y luego subimos a los pisos 42, 43 y 44 (aquí está la terraza del edificio). Las exposiciones estaban en los pisos 38 (había una sobre los orígenes históricos de la ciudad de México y otra sobre la Torre Latinoamericana) y en el 36 (que era el Museo Bicentenario, sobre la historia mexicana).

Cuando habíamos estado en la terraza, Catalina -una funcionaria local-, nos dio una completa explicación de las ubicaciones de los puntos más importantes de la ciudad y nos recomendó regresar en al noche, pues la entrada era válida hasta las 22 horas y no tendríamos que pagar nada extra. Para pasar al rato, además de ir a las exposiciones del piso 38 y 36, fuimos a sitios cercanos: El Palacio Nacional, la Alameda Central, el quinto correo, una iglesia cercana viejísima y muy impresionante (daba como miedo) y volvimos a subir a la torre a eso de las 19 horas. Ciertamente, la vista nocturna vale la pena.

Como estábamos llenos, compramos agua y pasamos por unos panes de regreso al hotel. En recepción me dijeron que mi hermano había llamado, pero realmente había sido Carlos, el hermano de Monse. También me indicaron que tenía que buscar la llave, pues ellos no la tenían, lo malo es que yo tampoco. Al subir al cuarto contactamos a la familia de Monse y nos pusimos de acuerdo para futuras comunicaciones, arreglamos cuentas económicas y empecé esta bitácora.

De momento creo que México promete mucho, la gente es amable y hay demasiado qué ver. Esto apenas inicia y si Dios quiere mañana hay muchos planes.

1 comentario:

  1. Excelente primera narración.
    Que disfruten mucho cada momento y experiencia.
    Saludos, JD.

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