viernes, 6 de diciembre de 2013

Parque Arqueológico de Teotihuacán

Ciudad de México, México. Jueves 5 de diciembre (2013)

Hoy me desperté hasta las 7 y 15 y no valía un cinco, estaba cansadísimo. Aclaro que no tomo, simplemente me he estado acostando muy tarde y eso me ha cobrado factura poco a poco. De todas formas me esforcé para empezar el día y cumplir con la meta: visitar el legendario campo arqueológico de Teotihuacán, que significa, “el lugar en donde los hombres se convierten en dioses”.
Tuvimos un desayuno típico mexicano (así le llaman en el local) e investigamos brevemente cómo llegar hasta Teotihuacán. La indicación fue ir hasta el Palacio de las Artes (que es el nombre del teatro nacional de México, el cual habíamos visitado ayer) y tomar el trolebús. Nunca me había subido en uno, así que la idea me entusiasmó. Desde el día anterior habíamos visto los famosos trolebuses y ya estábamos familiarizados con ellos. Se trata de una especie de tranvía-bus, es decir, un bus eléctrico que lleva una estructura en su parte superior que va en contacto con unos cables que le proveen de energía para moverse. Cero emisiones de dióxido de carbono y hacen muy poco ruido. La tarifa es única, 4 pesos mexicanos y hay que llevar el dinero exacto. Al subirse, las monedas deben depositarse en una ranura especial y mover una palanca. El chofer solo se encarga de tomar los tiquetes que se dispensan y entregárselos al pasajero.

Ciudad de México tiene cuatro estaciones de autobuses principales, una para cada punto cardinal. Tras tomar el trolebús, fuimos hasta la Terminal Norteña, viaje que nos tomó unos 15 minutos. Al llegar a la terminal preguntamos y fuimos a comprar los tiquetes de bus hasta Teotihuacán. Nos cobraron 80 pesos por cada uno, incluyendo el viaje de regreso. El bús salió unos 15 o 20 minutos después. Es necesario pasar rayos equis y dos revisiones para abordar el bús y el viaje mayoritariamente va por autopista y dura cerca de 1 hora.

El parque tiene como cuatro puertas distintas para ingresar. Nosotros ingresamos por la puerta número 1, pero como salimos tardísimo, llegamos a eso del medio día. Al inicio nos atrasamos mucho más que todo por los vendedores y porque el propio lugar es enorme, lo cual hace algo lento movilizarse. También recibimos una charla de parte de un funcionario del parque muy completa e interesante, que nos ayudó mucho a entender el cómo y porqué de Teotihuacán.

El campo mide como unos 4 kilómetros de largo siguiendo la dirección sur-norte, que es la misma que sigue la llamada Calzada de los muertos. Empezamos por un templo impresionante, la Pirámide de la Serpiente Emplumada, o templo de Quetzalcoátl. Lo impresionante no es su tamaño sino su decoración, preservada casi en forma íntegra y formada por estatuas y figuras. A excepción del templo Rosalila en Copán (Honduras), nunca había visto nada igual. Cerca hay un conjunto de estructuras que la acompañan y que también visitamos.

Continuamos por la Calzada de los Muertos, lugar del que había escuchado desde que era niño. Cruzamos un pequeño río y doblamos a la derecha pues vimos una desviación hacia el museo. La desviación nos llevó al lado del río (que sin exagerar, tiene un fuerte olor a tanque séptico) unos 800 metros. En el camino conocimos a una señora italiana con la que empecé a hablar en inglés, la cual nos acompañó hasta el museo, en donde nos separamos pues íbamos a ritmos distintos.

El museo muestra piezas encontradas en excavaciones y detalles sobre la vida de los teotihuacanos, que es el nombre con que se conoce a la cultura que desarrolló y construyó el sitio. De ahí salimos hacia la Pirámide del Sol, una estructura impresionante de más de 60 metros de altura. Según mis estimaciones, la subiríamos en unos 5 minutos, que fue el tiempo que tardé subiéndola. Según lo que había escuchado, eran como 600 gradas, así que realmente me sorprendí cuando llegué arriba pues para nada había subido tantas. La verdad pensé que iba a ser un reto.

Monse llegó unos minutos después y ahí volvimos a encontrar a la señora italiana. Me dediqué a sacar fotos mientras Monse estaba sentada en la parte más alta, hablando con ella.

Ahí me separé de Monse para ir a la otra pirámide, pues ya era tarde y había el riesgo de que no nos diera tiempo de visitar todo. De regreso en la Calzada de los Muertos, empecé a recorrer cada esquina, a subir cada estructura que lo permitiera, y sobre todo, a buscar buenos puntos para fotografías. Antes de subir la Pirámide de la Luna fui al complejo arquitectónico, Quetzalpapálotl, en donde se pueden observar intrincadas estructuras que me recordaron a las ruinas de Pompeya, con frescos y relieves conservados. La temperatura de algunas secciones es notoriamente más baja que la del exterior, lo que me inició una fuerte tos que me complicó al menos las siguientes 4 horas siguientes. A partir de ese momento, dejé de ser quien era. Me dolía el pecho y me faltaba la respiración. Fue bastante triste.

Cuando iba para la pirámide me topé a Monse, quien ya la había subido. Seguí sacando fotografías y subí la pirámide, pero solo están habilitadas las primeras 40 o 50 gradas, pues el paso fue cerrado debido al deterioro y al parecer, porque varias personas se habían accidentado.

Regresé al complejo Quetzalpapálotl, en donde hay una salida, y se me ocurrió que Monse podía haber ido a un museo de murales que yo le había dicho que era el mismo complejo Quetzalpapáyotl por error. Pensé que tal vez ella se había dado cuenta de que sí existía y aprovechando a que ya casi cerraban el museo, había decidido ir a visitarlo. Mi tos ahí fue crítica. Esperé un rato, pero como había quedado con ella de vernos a final del día frente a la pirámide del Sol, se me ocurrió que ella habría ido ahí. Efectivamente, ahí nos volvimos a encontrar.

Caminamos muy lentamente debido a mi condición y conocimos una parte que nos brincamos por ir al primer museo, sacamos unas fotografías y finalmente salimos del parque, a eso de las 17:40 (supuestamente cerraban el lugar a las 17 horas).

Esperamos un poco y tomamos el bus de regreso. Usamos un camino distinto al de cuando veníamos y tardamos como unos 15 minutos más.

Tomamos luego el trolebús y buscamos comida en un restaurante recomendado que pensamos era muy caro pues parecía muy lujoso. Ciertamente era más caro de lo normal, pero estaba dentro del rango de lo aceptable. Monse y yo quedamos felices y llenos, compre un jarabe para la tos y regresamos al hotel de seguido.

Hoy estuvo genial, es un campo arqueológico más que quería visitar hace muchos años.

Mañana planeamos ir a la Basílica de Guadalupe. Veremos qué tal nos va.


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